Hice lo que todo sabio chino hubiera hecho. Me senté a orillas del gran río: mi enemigo hecho cadáver no tardaría en pasar, cosa que sucedió en algunas lunas. El primero que pasó fui yo. Entonces, con toda tranquilidad, fui a saludar a los sabios. Al principio nadé unas brazadas, el río me llevó con ellos: aceptaron mis saludos, pero no me quisieron con ellos. Ahora floto rumbo al mar, mientras veo que espero a orillas del río. Debería, eso sí, haber elegido un lugar con más sombra. Se ve que aún soy demasiado tonto para ser mi enemigo.
Acerca del autor
2 comentarios:
Realmente excelente, HRS. Felicitaciones.
¡Gracias, Ada!
Publicar un comentario