Lejos, en un lugar inimaginable, un mago poseía un cofre de cristal que contenía todo el llanto del universo. Una noche, mientras el mago dormía, un travieso duende tomó el cofre, lo escondió en su chaleco y huyó con el cristal. Cuando el mago despertó, se percató del hurto y maldijo al ladrón con un poderoso hechizo. Justo en el momento del conjuro, el duende tropezó con una rama y el cofre se quebró instantáneamente contra el suelo. El contenido del cofre, combinado con la ira del mago, se desperdigó multiplicándose por el universo. Desde ese momento, las lágrimas del hombre son como las estrellas: siempre falta una por contar.
3 comentarios:
Como de costumbre, Esteban, buen texto.
Saludos.
Muy pandórico, Esteban. Un abrazo.
Esteban, me gustó mucho tu texto.
Gabriela Aguilera
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