Andrés maceraba su pérdida con cubata de ron, cuando encontró a Nora. La piropeó de lejos, le susurró al oído y se enamoró de ella. La sacó a pasear, le mostró su música y le habló de cicatrices. Le inventó constelaciones, le arregló el cabello. La besó en la mejilla, la mordió en los labios y le dijo que la amaba. Ella lo miró y le dijo que la hacía sentir viva. Él se asustó y volvió a sepultarla.
Imagen: The Man with the Golden Key, de Hubert Hischer
6 comentarios:
La última frase es -literalmente- letal.
Un saludo.
Qué desolación...
Gran micro ésta.
IMPRESIONANTE!!!
...Y aquí estoy todavía, esperando en mi tumba.
Me encantó
Eso sucede!! Muy bien escrito!
¡Muchisimas gracias!
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