—¿Vas a decir de una vez la verdad? —gritaba el torturador mientras tensaba un poco más la cuerda.
—La he dicho. Lo que he dicho hasta ahora es la pura verdad. No soy responsable de lo que se me acusa —respondí entre sollozos, casi gimiendo.
—¡Confiesa, maldito cabrón! ¿Te crees un tipo duro? ¡Te partiré el cuello si es necesario! —gritó de nuevo, dando una vuelta más al garrote, que ya me estaba asfixiando.
—Está bien. ¡Lo confieso! Pero deje de torturarme, no puedo soportarlo más. Me llamo Javier López y soy el autor de esta microficción. Y ahora suélteme, ¡que me ahogo!
2 comentarios:
Bueno éste, Javier. Y por mi parte, ya estás absuelto. Me gustan las brechas de realidad dentro de la ficción.
Gracias, Víctor. Me costó un poco de trabajo asimilar el insulto del verdugo (más que la tortura...) pero qué se le va a hacer, todo sea en beneficio de la microficción.
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