REGÉNESIS
José Vicente Ortuño
El Hacedor de Universos miró su obra. No le gustaba. Demasiado caos. Demasiadas cosas dejadas al azar. El azar no era bueno, generaba resultados inesperados. Incluso los pocos seres vivos que se habían desarrollado se creían imbuidos de libre albedrío, lo que provocaba un comportamiento desordenado y violento.
Tendría que rehacerlo. Tomó un armagenizador del número quince de su caja de herramientas, lo introdujo en la cubeta donde flotaba el universo. Accionó el interruptor y lo agitó hasta dejarlo batido, mezclado, homogeneizado y pasteurizado. Añadió nuevos componentes: un poco de esto, una pizca de eso otro y lo agitó un poco más.
Tomó entonces el compactador y lo hizo funcionar sobre la masa, que comenzaba a burbujear, hasta que todo quedó reducido a una esfera oscura. Sonrió satisfecho y le escupió al huevo primigenio, hubo un destello en la cubeta y todo volvió a empezar.
Tendría que rehacerlo. Tomó un armagenizador del número quince de su caja de herramientas, lo introdujo en la cubeta donde flotaba el universo. Accionó el interruptor y lo agitó hasta dejarlo batido, mezclado, homogeneizado y pasteurizado. Añadió nuevos componentes: un poco de esto, una pizca de eso otro y lo agitó un poco más.
Tomó entonces el compactador y lo hizo funcionar sobre la masa, que comenzaba a burbujear, hasta que todo quedó reducido a una esfera oscura. Sonrió satisfecho y le escupió al huevo primigenio, hubo un destello en la cubeta y todo volvió a empezar.
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