miércoles, 27 de agosto de 2008

Louvre - Lucía Coria


LOUVRE
Lucía Coria

Se amaron durante toda la noche en la penumbra cómplice de las salas vacías. Amanecía cuando, recogiendo sus faldas oscuras, regresó al cuadro y colocó sus manos en la forma habitual. Mientras el recuerdo de las horas pasadas le devolvía la célebre sonrisa, el cadáver del sereno comenzaba a enfriarse.

4 comentarios:

Olga A. de Linares dijo...

Ahora entiendo por qué sonríe...

Angela dijo...

Lindo!

Anónimo dijo...

Qué imaginación, Lucía

Anónimo dijo...

Quien no sonríe después de eso?