viernes, 29 de agosto de 2008

Ceguera - Olga A. de Linares


CEGUERA
Olga A. de Linares

Del tipo emanaba negrura, rota por vetas de rojo sanguinolento, que delataban o preanunciaban al criminal.
Ella solo podía percibir eso, como si estuviera ciega para el mañana. ¿Se conformaría el cliente con una lectura tan inquietante? ¿Era prudente realizarla? Callar implicaba perder los pocos pesos que cobraba por cada una de ellas.
Y el día había sido francamente malo.
Ya nadie creía en adivinas, milagros, premoniciones. Ni siquiera los adolescentes que pasaban por su tienda igual que por el Tren Fantasma o la Montaña Rusa, y que no tomaban en serio ni sus propias vidas.
Él extendió la mano exigente.
La adivina decidió mentir, inventarle otro destino.
Pero él ya había decidido el suyo.
Y en el momento en que el puñal se enterraba en su cuerpo, ella supo por qué, esa vez, no había podido ver el futuro.

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