viernes, 23 de abril de 2010

Apocalipsis - Ruy Feben


Meses después me percaté del tamaño de mi error: haber dejado el ejemplar de El Principito, que había tomado del anaquel de literatura universal de la biblioteca, en el de literatura infantil. Cuando volví, la lenta calma del recinto encerraba monstruos silenciosos reptando cada letra: en política estaba el Golem de Meyrink, en arquitectura las Ruinas Circulares de Borges, en filosofía libros de JG Ballard y en autoayuda el Quijote. Quién sabe cuántas cartas de relación se lean ahora como manuales de ingeniería.

El terror golpea: me abalanzo sobre la sección de libros religiosos, esperando con toda mi fe no encontrar ahí a la Biblia hablando de dios de nuevo.

Tomado de: http://elclaxon.arts-history.mx/

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