domingo, 25 de abril de 2010

Memoria del mundo – Sergio Gaut vel Hartman


La felicidad, la belleza y la alegría empezaron a cotizarse en todas las bolsas del mundo. Pero la gran demanda de unos bienes tan exquisitos no tardó en provocar una tremenda distorsión en el mercado. El precio se fue a las nubes y los únicos que pudieron adquirir las acciones, los viejos magnates endurecidos por el juego del poder, los políticos corruptos, los usureros y los ladrones, no sabían manejar especies tan delicadas. Las guardaron en cajas de seguridad, en bóvedas protegidas y sustrajeron del uso público algo que siempre, aún en la desgracia, había sido el consuelo de la gente. La humanidad se extinguió, claro, y así fue como las nutrias heredamos la Tierra.