La voz exclama: ―¡Salte!―. Salto, pero caigo en otro espejo.
Un reflejo trata de aprovechar la situación y dice: ―Soy el original; ¡agarren al impostor! ―Miente, pero igual corro hacia las profundidades del espejo para no ser atrapado.
Un reflejo trata de aprovechar la situación y dice: ―Soy el original; ¡agarren al impostor! ―Miente, pero igual corro hacia las profundidades del espejo para no ser atrapado.
—¿Adónde va? ―El que me toma del brazo es un especulador de poca monta, similar a esos que venden puñados de yuans para comprar migajas de euros; pienso que sigo enredado en la trama de los irreflexivos, aunque los hechos parezcan asegurar lo contrario.
—A una entrevista laboral ―me defiendo―. Uno me citó para protagonizar una microficción.—¿Usted también cayó? ―dice riendo a carcajadas.
—¿Muchos cayeron?
—Todos. ¿Qué le prometió?
—El oro y el moro, si lograba liquidarlo en ciento cuarenta y nueve palabras.
—¿Lo logró?
—No lo creo. Esto debe tener como doscientas.
—Nadie lo logra. ¿Contando el título y el nombre?
—Sin.
—Cuéntelas.
—Ciento cuarenta y nueve —digo estupefacto.
1 comentario:
Bien mezclada la ficción y la realidad. Y en un presente que `puede vivirse, actualizarse a cada lectura. Me gustó, Sergio.
Publicar un comentario