domingo, 29 de agosto de 2010

Falsa Alarma - Julio César Pérez Méndez


Caminó hacia el estudio y sacó del cajón principal del escritorio el diario de su marido, que yacía recién muerto en la cama de ambos.
Fue lo primero que se le vino a la cabeza apenas tuvo certeza de su deceso. Así que extrajo la llave de la cartera del hombre y se dirigió al estudio, donde todas las noches él permanecía encerrado escribiendo hasta tarde, después que regresaba de la calle.
La mujer, sin rituales ni reflexiones,  abrió el diario y leyó detenidamente las últimas treinta páginas, con la voluntad de un volcán acezante.
Cuando terminó, dejó abierta durante varios minutos la página final; luego cerró por completo el diario y dio un suspiro profundo. 
Sólo entonces pudo respirar tranquila.

No hay comentarios: