Saliste a la luz cuando la noche entró en su curva más oscura, llevabas el pelo revuelto y el aroma de quién regresa de un sueño o de otra vida. El aire frío alborotaba tu piel amada, y tus labios tiritaban el rojo rastro del amor.
La luna nueva era la ausencia de otra luna más lejana, olvidada en algún rincón de la memoria o el cuerpo alucinado. Eras tú o no eras tú, en un paisaje extrañamente conocido.
Qué hubo de quedar en el lecho más profundo de la noche, crisálida muerta una vez rota tu membrana.
A base de espasmos y gemidos, por primera vez saliste a la luz de la noche oscura, y echaste a volar, y con tu luz fuiste incendiando el mundo.
Tomado de: http://sevendepoesia.blogspot.com/
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