miércoles, 25 de agosto de 2010

Qué rico pomelo - Ana María Grandoso


Hace mucho que pienso: hay personas que eligen el lugar equivocado o la vocación errónea.
Que pudiendo ser un buen pomelo buscan seducir como un perfume importado. Ponen toda su voluntad en lograr la alquimia para derrochar fragancia y así, ser amados, desde lejos, bueno, aunque más no fuera en el lugar en que viven.
Puede que sus vidas transcurran creyendo que van por el mundo regalando un perfume exquisito. En realidad huelen a pomelo. Lo justo sería ponerlo en un plato, partirlo al medio y espolvorearlo con azúcar.
Tal vez nadie, en este mundo fatuo, se atreva a decírselos en al cara: ¡Qué rico pomelo!
No quisiera despertar un día y escucharlo. Salvo que ya haya aceptado que soy un pomelo.

Mural: "Origen", de Sonia Pezzano y Paula Echarren, Carmen de Patagones.

2 comentarios:

Javier López dijo...

Me gustó ese pomelo.
Bonita metáfora, o parábola, de lo que significa aceptar lo que se es o pretender ser lo que no se es.

Chula dijo...

Un texto sumamente original. Me ha encantado... aunque yo todavía no haya aceptado ser un pomelo.