¡Ah, Dios, Dios! ¿Qué hiciste? Tomar un poco de tierra y agua y amasar con esa pasta el pasado de la raza humana. Y después, lo imperdonable, soplarle la vida para castigo de la amalgama alfarera que salió de entre tus dedos. Pero ahora comienzo a dudar de la calidad del material seleccionado. ¿Barro? ¿No sería más bien alguna boñiga abandonada en el campo? ¿O en la ceguera optimista de la creación, echaste mano a tus propios excrementos para terminar la obra en seis días como lo habías previsto? ¿Seremos polvo y a él retornaremos, o un simple amasijo de heces de incalificable fetidez que contamina al universo sin apenas darse cuenta?
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