ESTATUA DE SAL
Olga A. de Linares
Ya están a salvo.
El hombre, flanqueado por sus hijas, camina pensando en los sucesos recientes. Lo ha perdido todo, pero al menos vive. No pueden decir lo mismo las ciudades pecadoras, convertidas en cenizas a sus espaldas.
Un verdadero desastre.
Solo una cosa buena ha salido de tamaña desgracia: librarse de la pesada de su mujer.
Bien sabía él, tras haber convivido tantos años con ella, qué decirle para lograr su cometido.
Y lo dijo.
—Querida, ni se te ocurra mirar para atrás, ¿eh?
Ella, por supuesto, siguiendo su habitual impulso de llevar la contra, lo hizo.
martes, 19 de agosto de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Me encantó, juro que habia pensado algo cercano pero no quise tener problemas de genero, el remate es muy divertido, yo hubiera hecho lo mismo.
Muito bom ! É mesmo assim que ocorre em alguns casamentos e, até penso que acabam estátuas de sal, mesmo que simbólicamente!
Guillermo, aunque sea feminista, no creo que todas mis congéneres sean perfectas y maravillosas. Ni siquiera yo lo soy, jé.
Y conozco a más de una que se merecería algo así de salado, y por más de una razón.
Publicar un comentario