domingo, 17 de agosto de 2008

Problema veterinario - Alejandro Carneiro




Tras mucho esfuerzo, logró darse la vuelta en el reducido espacio de la incineradora. Al menos, ahora podía golpear con la frente el cristal de la compuerta. Cabezazo, cabezazo. Esperaba que alguien de la clínica oyera el ruido. Su nueva postura también le permitía ver qué hacía el maldito gato. Todavía no entendía cómo se había dejado encerrar allí dentro. Desde luego, el verbo engatusar tiene un origen apropiado. Cabezazo, cabezazo. Nunca volvería a decir castración delante de un gato, sino el término orquiotomía, que es más sonoro y veterinario. ¿Pero qué hace el maldito? Mira al botón de “On” como si supiera leer y entendiera el inglés. Y ahora lo mira a él, con una expresión de malignidad que sólo un felino puede mostrar sin dejar de ser bello. Maldito gato, no te atrevas. Yo sólo tengo una vida. Cabezazo, cabezazo... fuego.


1 comentario:

Olga A. de Linares dijo...

¡Ja, este debe ser pariente del gato negro de Poe...! O merecería serlo. Y bueno, pobrecito, fue en defensa propia...