¿TE GUSTA EL PICANTE?
Ricardo Giorno
Nasarala le levanta un párpado a Rossi, le pincha el ojo. Rossi abre la boca, inflama la garganta. Gritaba, seguramente. Nasarala no puede degustar ese grito; sordo de nacimiento.
Tendrá que traducirlo a alguno de los otros sentidos. El tacto no, lo descarta. El olfato tampoco, no cuaja “un grito de mal aliento”.
Se acuerda de cuando probó el ají picante. El chile. Ahí, Nasarala también gritó. Un grito desesperado. Pero la comida ya no tuvo el mismo gusto: bien condimentada o había problemas.
Sí, el grito de Rossi es picante nomás.
Le levanta el otro párpado y le pincha el ojo. Rossi abre aún más la boca. Tiembla; no puede desasirse.
A Nasarala cada vez le gusta más el picante.
Tendrá que traducirlo a alguno de los otros sentidos. El tacto no, lo descarta. El olfato tampoco, no cuaja “un grito de mal aliento”.
Se acuerda de cuando probó el ají picante. El chile. Ahí, Nasarala también gritó. Un grito desesperado. Pero la comida ya no tuvo el mismo gusto: bien condimentada o había problemas.
Sí, el grito de Rossi es picante nomás.
Le levanta el otro párpado y le pincha el ojo. Rossi abre aún más la boca. Tiembla; no puede desasirse.
A Nasarala cada vez le gusta más el picante.
1 comentario:
En realidad, no.
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