Adiós gusano de humo
José Luis Vasconcelos
Sabíamos que tarde o temprano se resquebrajaría como un viejo amor. La oruga milenaria abandonaba el capullo entre bufidos metálicos; cada vez más sucia y pasada de moda, igual que las cerillas que usaba mi viejo.
Un día morirá, dijo mi madre, y se irá como vino: lanzando ese horrible humo.
Ella no pudo verlo. Yo soy testigo de que así fue: en mi pueblo ya no hay ferrocarril.
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