Una mujer consuela a un enfermo terminal y le narra el cuento de un niño que soñaba con formar parte de su piano; cuando finalmente lo consigue, alguien le devuelve su condición humana y el instrumento comienza a manar sangre irrefrenablemente.
El llanto se apodera del hombre.—Seca esas lágrimas, es sólo un relato, dice ella.
—Lo sé, responde el interno, mientras cubre su rostro con sus dedos de madera y marfil.
Foto: Héctor Ranea
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