El jinete viajaba con apuro por la pampa a pesar de la tempestad que azotaba los campos. Su caballo blanco se espantó ante los primeros refucilos, pero él lo dominó hablándole al oído, contándole las historias de rayos que sus viejos contaban. El caballo empezó a galopar tranquilo en medio de rayos y centellas mientras el jinete hablaba y le daba calma en la borrasca.
Cuando llegaron a la pulpería el dueño se pegó un susto flor al verlos llegar envueltos en unas enormes lenguas crepitantes de fuego azul que olía a lejía.
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