Mariana cayó dormida en el autobús al dejar atrás la estación. Se alisó la falda hasta el tobillo y puso un suéter abierto sobre su blusa de cuello alto y mangas largas. Entre las cortinas se colaba la luz de las farolas. Ella recargó la cabeza en la ventana. Se dejó ir.
Apenas pudo entrever una cabeza asomada a sus pies. Debía ser un sueño. No encontró otra explicación al disfrutar tanto la manera en que aquel sujeto le alzaba la falda, hacía a un lado las bragas y sumergía la cabeza entre sus piernas. Imposible, ella jamás lo permitiría. Un sueño, sin duda. Se dejó ir.
Despertó jadeante y turbada. Miró al desconocido. Sin pensarlo, hizo a un lado el suéter. Abrió la blusa y el sostén. Se deshizo de la falda. Tomó la cabeza del hombre entre sus manos. Se dejó ir.
Apenas pudo entrever una cabeza asomada a sus pies. Debía ser un sueño. No encontró otra explicación al disfrutar tanto la manera en que aquel sujeto le alzaba la falda, hacía a un lado las bragas y sumergía la cabeza entre sus piernas. Imposible, ella jamás lo permitiría. Un sueño, sin duda. Se dejó ir.
Despertó jadeante y turbada. Miró al desconocido. Sin pensarlo, hizo a un lado el suéter. Abrió la blusa y el sostén. Se deshizo de la falda. Tomó la cabeza del hombre entre sus manos. Se dejó ir.
1 comentario:
-- desde ahora una de mis favoritas!
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