—¿Una carta de puño y letra de Jesucristo? ¿Habla en serio?
—Busque la Historia Ecclesiae de Eusebio de Cesárea o la Enseñanza de Addai de Efrén el Sirio y se convencerá. Ahí está todo. La carta de Abgar, el rey de Edesa, pidiendo que el Salvador le cure la lepra, y la respuesta de Jesús. Pero esta es la carta auténtica.
El infeliz miró una vez más la hoja de papel que el otro sostenía a prudencial distancia. Olía a fraude, pero ¿y si no lo era? El precio resultaba tentador.
—¿Cuánto dijo?
—Ciento cincuenta euros.
—¿Y cómo sé que es auténtica?
El vendedor bufó ostensiblemente. —Hombre de poca fe —dijo—. Mire el matasello: Jerusalén, 8 de febrero del 32.
—Ah, claro, el matasellos. Tiene razón. Y la estampilla, ¿también la vende?
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