—¿No se cansa de escribir microficciones?
El escritor levantó la vista. Había un duende de veinte centímetros sentado sobre la cabeza del Buda de jade.
—No —respondió—. Me brotan con naturalidad, como agua de manantial. ¿Por?
—¿Y cómo sabe cuándo tiene que terminarlos? —El duende se estaba burlando, pero al escritor eso no le importó.
—Es sencillo —dijo—. Se toma del cogote al duende creado en el segundo párrafo, así, ¿ve? Y se aprieta hasta desnucarlo. El microcuento queda terminado y sólo falta ponerle el título. ¿Alguna sugerencia? ¿No se le ocurre nada? —Bufó—. Son todos iguales. Molestan. Se burlan. Pero cuando uno les pide que colaboren se hacen los muertitos.
Imagen de lunha
12 comentarios:
Sergio, no seas injusto: este duende colaboró. Es más, hizo cuanto podía creo yo.
Saludos
Buena mini sobre el proceso creativo, Sergio. Me gustó. Un saludo.
Me encanta. La ironía llevada al máximo.
Breve y buen relato :) Así son los duendes a veces de juguetones, pero luego enmudecen XD!!!
Me ha gustado mucho, te sigo desde ya las huellas :)
Un abrazo inmenso!!!
Favole
Ah, la trampa de los duendes...!
Me encantó Sergio!
Saludos!
Muy bueno. Sergio, te superas en cada una de tus metaficciones (cosa ya difícil). Ésta me encantó.
Me gustó mucho. Enhorabuena.
¡Pobre duende!
Muy buen cuento, Sergio
Muy bueno, Sergio!! A veces es oportuno retorcer un cuello... Jaja
Felicitaciones!
Escritores que gozáis con los duendes sin razón... y acogotáis al mensajero que es el alma del arrabal...Ojo que las valijas están repletas de duendes sin usar...
Los elogios me han estimulado. Escribiré "El regreso del duende" o en su defecto "Duende efímero, el regreso".
O "El regreso del duende descabezado. La venganza. Episodio 1"
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