martes, 12 de agosto de 2008

Borges y Calvino - Gerardo Horacio Porcayo



—Imagino que también eres parte de mi castigo —dijo Borges a Ítalo—. Tus galas anuncian algo más que una ducanía.
—Quizá algo menos, maese. He sido condenado a extender el infierno.
—Un castigo en verdad creativo. Un agregado para torturar mi consciencia.
—No es esa la razón de mi visita. El amo de estos dominios ha reconsiderado tu condena.
Los carceleros liberaron a Borges del volumen de arena, de sus grilletes y cadenas.
—Compartirás mi destino. Mi tarea es describir las invisibles ciudades del infierno, para dilatar su fuero.
—Y la mía, ¿acaso sea contar a detalle los pormenores de Tlön y Orbis Tertius?
—Tú lo has dicho... De nuestro resultado depende la calidad de nuestro premio.
Y cabalgaron juntos hacia oriente, hacia la senda de bifurcados senderos.

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