DOS MINUTOS
Ricardo Bernal
Lo recuerdo bien. En aquellos años yo vivía solo en el último piso de un condominio. Fue un jueves catorce de agosto a las once y media, después del noticiero. Se plantaron en el cielo y ahí se quedaron, tapando la luz de la luna y moviendo sus enormes membranas transparentes. Sólo estuvieron dos minutos, los dos minutos más largos de mi vida. Luego desparecieron tan misteriosamente como habían llegado y al día siguiente nadie había visto nada. Desde entonces sólo he conocido a un centenar de personas que también los vieron: todos recuerdan la fecha exacta, todos saben que sólo fueron dos minutos. El resto del mundo puede dormir por las noches sin sobresaltos ni pesadillas.
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