JOAQUIN CF
Javier O. Trejo
Un amigo le ofreció un trabajo de pocas horas y sin jefe. Consistía en pasear perros por el parque cercano a su casa. Entre ladridos y tirones fue aprendiendo el oficio y el querer a esos hocicos húmedos. Un domingo, mientras paseaba, encontró un puesto donde una anciana adivinaba el futuro.
—Los animales te quieren, ¿deseas algo?
—Estoy bien así.
—¿No quieres otro trabajo? –insistió.
—Podría trabajar siempre con ellos –dijo y creyó ver un reflejo azul en el anillo de la mujer.
A la semana murió en un accidente. El cielo era una sucesión de nubes blanquísimas. Lo recibió un anciano bonachón de barba blanca, que abrió sonriendo un portón dorado.
Allí lo esperaba una interminable hilera de perros moviendo la cola.
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