MORIR EN CASA, MORIR DESPACIO
Marcelo Di Marco
Por fin estaba a punto de firmar, pronto sería libre de una vez.
Postrada y jadeante, ella lo espiaba con sus ojos de rata. Era evidente que la vieja tenía miedo: en sesenta años jamás se habían separado.
Pero él dejó la lapicera en el aire. Y volvió a cada humillación, a cada derrota suya frente a esa mujer. Y contuvo la furia para tomar aliento.
—Cambié de opinión, mamá —dijo, solemne, rompiendo los papeles del geriátrico—. Nadie va a tratarte como pienso hacerlo yo.
Marcelo di Marco
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
¡Excelente! ¡Ése es mi maestro, carajo!
Además, excelente el blog, una idea formidable y textos aún más formidables, para darse una panzada.
Saludos.
AP
chica_rumiante
Publicar un comentario