Estaba por servirse el postre cuando la mujer lo tomó por el brazo. Él la observó incapaz de reprocharle nada.
—¿No es suficiente? —dijo ella.
—No lo sé —dijo él, casi al borde del llanto—. Todavía tengo hambre.
Ella lo soltó y él dejó el plato sobre la mesa.
La cabeza de María Antonieta cayó sin hacer el menor ruido, sobre la canasta acolchada del verdugo.
De Dakota/memorias de una muñeca inflable.
1 comentario:
Jajaja chido hacer de una desgracia un hecho, hasta cierto punto, gracioso. Ellos sin comida y muriendo de hambre, qué loco.
Saludos
P. D. al administrador: Liinda la nueva imagen, de primera vista me sacó de onda, pero se ve bien... como una mente perturbada
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