NO SERÁ NOTICIA
Cristian Mitelman
Mientras camina por las calles de Boedo, el hombre sabe que está perdido. Piensa en un partido de fútbol cuyo resultado es irremediable y al que el árbitro —por algún designio— decide prolongar otros dos minutos. El hombre que camina por la calle de Boedo sabe que está en esos dos minutos finales.
Cerca del río parten las embarcaciones que visitarán las islas. Un buen recreo familiar, piensa.
El día es absurdamente bello.
Por fin, la cercanía del auto. A los otros los llevan a lugares ignorados del mundo. A él no.
Sabe que es un gesto inútil y, sin embargo, desenfunda la Ballester Molina.
Está bajo una arboleda en la que ya empieza a insinuarse el otoño.
Dispara en vano.
La ráfaga de metralla lo deja tendido. Rodolfo Walsh está muerto.
Mañana no se hablará de él en los diarios.
Cristian Mitelman
Mientras camina por las calles de Boedo, el hombre sabe que está perdido. Piensa en un partido de fútbol cuyo resultado es irremediable y al que el árbitro —por algún designio— decide prolongar otros dos minutos. El hombre que camina por la calle de Boedo sabe que está en esos dos minutos finales.
Cerca del río parten las embarcaciones que visitarán las islas. Un buen recreo familiar, piensa.
El día es absurdamente bello.
Por fin, la cercanía del auto. A los otros los llevan a lugares ignorados del mundo. A él no.
Sabe que es un gesto inútil y, sin embargo, desenfunda la Ballester Molina.
Está bajo una arboleda en la que ya empieza a insinuarse el otoño.
Dispara en vano.
La ráfaga de metralla lo deja tendido. Rodolfo Walsh está muerto.
Mañana no se hablará de él en los diarios.
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