lunes, 18 de agosto de 2008

Realismo - Alberto Chimal




Terminada la obra —Las sirenas existen, de McGillicuddie—, hartas de las pelucas y las falsas colas y los sostenes que parecen conchitas y todos los otros accesorios horribles, las actrices se desnudan. La lamia es siempre la primera en terminar, impetuosa que es; el hada y la ondina, la salamandra y la esfinge, pueden tardar más o menos según su humor y sus urgencias; al final, invariablemente, siempre es la quimera quien se queda sola en el camerino, y no se lo dice a nadie pero es que desearía no salir jamás: su propia existencia es nula y miserable, y cuando al fin sale a la calle nadie la mira, “y el mundo es durísimo” (dice).

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