lunes, 18 de agosto de 2008

Trámites - Ana Perusquía


Al caer la noche ya habían decidido quién sería la víctima. Reunidos alrededor del fuego, cada uno recargado o encima de su motocicleta, enfundados en sus chalecos de cuero y tatuajes de corazones desangrados, los hombres primero decidieron dejar al azar la elección del sacrificado por un típico juego de sacar la pajita más larga, pero cuando tres o cuatro protestaron e incluso confesaron su miedo, optaron mejor por una especie de ruleta rusa, donde cada quién dispararía hacia el desierto nocturno y aquél que le tocara la bala aceptaría el sacrificio.
Al amanecer el elegido se levantó antes que el resto y con traje y corbata, abordó el primer autobús para tramitar las nuevas licencias de manejo.

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