APRENDIZAJE
Edilberto Aldán
No se promete una hora exacta para lo increíble, le insinuó la mirada de los fieles congregados a su alrededor. Ante el murmullo creciente sólo acertó a pedir calma con un movimiento tembloroso de las manos.
Lo que ocurrió una vez que se agotó la paciencia de su público fue precipitado, la multitud pasó del silencio con que se convoca la sorpresa al rumor que despierta el inicio del desencanto, la ira que la desilusión cierra en puño.
Desencantados reclamaron la ausencia del prodigio, la palabra incumplida, lo golpearon y escupieron, lo abandonaron ansiosos de un nuevo espectáculo.
Ya sin espectadores, Él sintió un toque de aire en los talones. No lo escucharon gritar, iban demasiado lejos cuando al fin comenzó a volar. Aprendió que los milagros no se convocan en público.
Lo que ocurrió una vez que se agotó la paciencia de su público fue precipitado, la multitud pasó del silencio con que se convoca la sorpresa al rumor que despierta el inicio del desencanto, la ira que la desilusión cierra en puño.
Desencantados reclamaron la ausencia del prodigio, la palabra incumplida, lo golpearon y escupieron, lo abandonaron ansiosos de un nuevo espectáculo.
Ya sin espectadores, Él sintió un toque de aire en los talones. No lo escucharon gritar, iban demasiado lejos cuando al fin comenzó a volar. Aprendió que los milagros no se convocan en público.
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