VIENA 1907
Adelaida Saucedo
—¿Esto lo ha pintado usted? —Se colgó el bastón del brazo, levantó el cuadro e hizo como si lo observase con detenimiento. El joven se frotó nervioso las manos contra el pantalón y carraspeó antes de hablar.
—Sí, señor.
—¿Tiene el examen el próximo lunes?
—Así es, señor.
—No se moleste en ir. —Se deleitó en las expresiones de su rostro: primero sorpresa, seguida de una profunda desilusión—. No es necesario que haga el examen, está usted admitido. Su talento es innegable.
Mientras le observaba alejarse, no puedo evitar imaginar, si las predicciones de comportamiento eran correctas, cómo sería un mundo en el que la Segunda Guerra Mundial no hubiese ocurrido.
—Sí, señor.
—¿Tiene el examen el próximo lunes?
—Así es, señor.
—No se moleste en ir. —Se deleitó en las expresiones de su rostro: primero sorpresa, seguida de una profunda desilusión—. No es necesario que haga el examen, está usted admitido. Su talento es innegable.
Mientras le observaba alejarse, no puedo evitar imaginar, si las predicciones de comportamiento eran correctas, cómo sería un mundo en el que la Segunda Guerra Mundial no hubiese ocurrido.
1 comentario:
Sabes? He pensado muchas veces en eso mismo. Lo que puede llegar a hacer la frustración de un sólo hombre...
Me ha encantado, prima! Curiosamente, este se me había escapado y no lo había leído aún ;)
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