sábado, 29 de noviembre de 2008

Condena - Edilberto Aldán


CONDENA
Edilberto Aldán

La obsesión por ver era tal que no le importaba quedar ciego. Esa mirada febril fue la que convenció al ángel que era un fuego en medio de la zarza que no se consumía, y lo dejó pasar. Ante Dios, no cubrió su rostro, no tenía miedo de mirar.
Le fue dado observar la tierra y el tiempo infinito, a las bestias y su corazón paciente, a los hombres y todas sus almas.
Se retiró saciado, sin pestañear, dispuesto al castigo. No sintió cambio alguno, no llegó la muerte, tampoco el lento crepúsculo amarillo, no se convirtió en sal.
La memoria era su condena: el mundo palidecía ante el recuerdo de lo observado en los ojos de Dios.

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