—La luna ya viene.
—Ya te dije que no me importa.
—A todos nos llega la luna, a vos, a mi o a Shartak.
—¿Es que nadie entiende que yo no quiero ser como ustedes? ¿Nadie entiende que quiero poder andar con esta apariencia por los campos, poder correr libre? ¿Nadie entiende que la luna me tiene sin cuidado? Quiero quedarme así por siempre.
—¿Pero qué estás diciendo? Que no te escuchen porque vas directo a la jaula, eso que decís es blasfemia.
—Mi Señor... ¿por qué no entienden que prefiero andar como lobo y no como humano?
—Ya te dije que no me importa.
—A todos nos llega la luna, a vos, a mi o a Shartak.
—¿Es que nadie entiende que yo no quiero ser como ustedes? ¿Nadie entiende que quiero poder andar con esta apariencia por los campos, poder correr libre? ¿Nadie entiende que la luna me tiene sin cuidado? Quiero quedarme así por siempre.
—¿Pero qué estás diciendo? Que no te escuchen porque vas directo a la jaula, eso que decís es blasfemia.
—Mi Señor... ¿por qué no entienden que prefiero andar como lobo y no como humano?
1 comentario:
El ejercicio de la libertad siempre es riesgoso... pero vale la pena. Como tu relato, Walter, un gusto verte de nuevo por aquí
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