Basta despojarse de la lógica para encontrar, en medio de Medellín, una casa construida con palabras. Su arquitectura desafía la sensatez y como recubrimiento, en lugar de ladrillos, se encuentran sustantivos sostenidos entre sí que se pueden leer a medida que se recorre la casa. Las puertas están compuestas de preposiciones que funcionan de antesala al interior de las habitaciones y los muebles, hechos de adjetivos que cambian de acuerdo al estado de ánimo. Para entrar, sólo hay una condición: dejar a la entrada un verbo en infinitivo que luego se pueda convertir en un deseo. El mío fue soñar.
Tomado de http://estebandublin.blogspot.com/
4 comentarios:
Muy bueno, Esteban. Yo elegiría el verbo volar.
Me sentiría en mi salsa viviendo en una casa de palabras(¿Qué escritor no lo haría?)
Excelente microrrelato, me encantó.
Florieclipse, Mariángeles, encantado de que les haya gustado. Y dejen sus verbos que nunca sobran.
¿Mejor que sosobre y no que fafalte, no? Yo elijo el verbo crear.
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