Llegué a casa después del trabajo y mi esposa me recibió con una extraña frialdad. Me sirvió la cena y sólo cuando acabé de comer me dijo que debía irme esa misma noche. Intenté protestar, pero me dijo que ya no me amaba y que otro hombre vendría en una hora. Recogí rápidamente mis cosas, le di un beso de despedida y me fui. Cuando salí del ascensor otro hombre entraba con una maleta. Quise hablarle y darle algunas sugerencias, pero me abstuve porque juzgué que tenía todo el derecho a vivir el mismo infierno que yo viví.
Tomado de: http://cuentominicuento.blogspot.com/
Sobre el autor: Alejandro Ramírez Giraldo
1 comentario:
Esos personajes tuyos, siempre tan vengativos.
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