Me preparo para el salto. Respiro. Boto todo el aire y, con el alma vacía, corro. Me persiguen los hombres de piernas largas y fuertes. Quieren sacarme la lengua como a Micaela del Perú. Extienden las manos para alcanzar mi hombro. Falta poco para llegar a la meta. Un impulso de recuerdos agita mi cuerpo. Las imágenes avanzan conmigo. Ellos quedan atrás, jadeando. El despeñadero está aquí. Un paso más. He vencido.
¡Mujer de vida ligera!, me gritan desde arriba los que lamieron mi talón envenenado.
Tomado de: http://lilielphick.wordpress.com/
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