—¡Arriba las manos!
—Pero, pero.
—Nada de peros. Dame todo.
—¿Todo? No me hagas reír, chorro de cuarta; soy poeta, no tengo un mango.
—¿Poeta? Me dijeron que eras escritor. No busco plata.
—¿Me estabas esperando?
—¡Claro! El jefe me dijo que ibas a pasar por acá.
—¿Y quién es tu jefe?
—Identidad reservada. Digamos… José Blog.
—Ah, ¿José Blog quiere mis poemas?
—¿Poemas? A mi jefe los poemas le dan asco.
—Entonces estás frito, muñeco. Yo sólo escribo poemas.
—¡No puede ser! Mi jefe dijo…
—Ya ves, se equivoca.
—Ahora lo veremos. —Y pasando del dicho al hecho, el asaltante sacó el caño y disparó seis veces, a quemarropa. Sólo cuando su cabeza tocó el suelo, un segundo antes de morir, el poeta comprendió que su final era, en efecto, una torpe pero indiscutible microficción.
Imagen: Sunset de Marcial Farfán
—Pero, pero.
—Nada de peros. Dame todo.
—¿Todo? No me hagas reír, chorro de cuarta; soy poeta, no tengo un mango.
—¿Poeta? Me dijeron que eras escritor. No busco plata.
—¿Me estabas esperando?
—¡Claro! El jefe me dijo que ibas a pasar por acá.
—¿Y quién es tu jefe?
—Identidad reservada. Digamos… José Blog.
—Ah, ¿José Blog quiere mis poemas?
—¿Poemas? A mi jefe los poemas le dan asco.
—Entonces estás frito, muñeco. Yo sólo escribo poemas.
—¡No puede ser! Mi jefe dijo…
—Ya ves, se equivoca.
—Ahora lo veremos. —Y pasando del dicho al hecho, el asaltante sacó el caño y disparó seis veces, a quemarropa. Sólo cuando su cabeza tocó el suelo, un segundo antes de morir, el poeta comprendió que su final era, en efecto, una torpe pero indiscutible microficción.
Imagen: Sunset de Marcial Farfán
No hay comentarios:
Publicar un comentario