Un día, el tigre decide borrar sus huellas. En vez de avanzar, retrocede hacia el agua donde las palabras no pueden decir. Y ahí permanece, tiritando de frío, solo en su mudez, sin saber que el lobo lo ha estado acechando desde siempre, riéndose de sus actos, de su pretendida rebeldía. Para que el tigre no muera, el lobo le ofrece una serenata de aullidos. Pero el rayado no se inmuta.
-Eres historia –le dice el lobo antes de internarse en el bosque y desaparecer sin alterar el canto de los pájaros.
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