El pasajero Jan Weyden no tomó su vuelo AN231 porque llegó tarde. Esa noche el AN231 desapareció en la Selva Negra y Jan se sintió aliviado por su buena suerte. Pero de ahí en más, todos los vuelos a Praga se le fueron cancelando por lo que Weyden terminó muriendo de hambre en una terminal abandonada del Aeropuerto de Bruselas.
Su fantasma, empero, sigue respondiéndole a los turistas, y en correcto inglés, sobre el destino de sus vuelos pero, en general, éstos sólo preguntan dónde deben realizar los trámites para volar, por lo que nadie escucha a Jan Weyden cuando les dice qué avión caerá o cuál llegara sin inconvenientes. No quieren saber su destino, los turistas.
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