sábado, 12 de septiembre de 2009

Beber, beber – Héctor Ranea


Despertó con la sensación de que, además de su esposa había algo o alguien en la cama. Un sonido como una gota que caía o de unos labios que bebían algo lo despertó aunque el ruido era apenas perceptible.
Cuando encendió la luz, ahí estaba. No más grande que una paloma, bebiendo sangre que se desperdiciaba desde el cuello de su mujer.
El ave, si de alguna manera podía describirlo este concepto, se dio vuelta con calma y casi con una sonrisa dibujada en el hocico manchado de sangre, lo que le dio a entender que luego seguiría con él.
Quiso gritar y no pudo. Quiso correr y ya estaba atado.
Su mujer aún dormía plácida, la cosa tenía aún para un buen rato de seguir bebiendo.
Lo último que vio fue la sonrisa. Después, la nada.

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