La sigo, como siempre. Mis pies descalzos, en sus huellas. Va hacia la cornisa. ¿Saltará? Acaso mis ojos ardientes en su espalda le hagan volver la vista atrás. El estruendo al golpear contra las rocas se pierde entre las olas. Me desvanezco. Fría, esa mujer ingrata me abandona a mi suerte.
2 comentarios:
Muy bueno.
Buenísimo brevísimo.
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