martes, 5 de julio de 2011

¡Oh, Casandra! - Anna Rossell Ibern


Aunque parecía sórdida ficción, la temática de la vieja película había sido una premonición; el vínculo con la realidad era bárbaro. Pero la advertencia no sirvió de estímulo a la criatura que se consideraba la imagen de Dios en la Tierra: el rápido calentamiento de la tierra había provocado drásticos cambios medioambientales y en las especies animales, algunas se habían extinguido. Sólo eran válidas para las cáusticas condiciones de vida las que habían desarrollado un cartílago protector sobre su cálida piel, las posibilidades de supervivencia eran mínimas, hasta los bosques de ébano –la madera más noble- se habían convertido en lugares pestíferos, de aire pésimo. Sobre la tierra quedaban sólo algunas tribus de primitivas costumbres que adoraban iconos con místico fervor y flagelaban con látigo a todo aquél que vulnerara la Sagrada Ley de la Naturaleza. Eran los últimos vástagos humanos.

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