Miró por la mirilla y admiró:
—La de cosas que pasan ahí afuera.
Entonces llamaron a la puerta, toc toc.
Abrió y era ella, una insigne desconocida.
—Vengo a seducirte.
Se besaron, pero el cuerpo de ella era escurridizo.
—Chico, no sé si te podré consagrar todo mi tiempo, mi vida rebosa cosas.
—Pero yo quiero estar contigo.
—A mí me gustan tus besos.
Se besaron, pero el cuerpo de ella se escurrió.
Él miró sus manos vacías y pensó:
—Otro sueño que se esfuma.
Y se acostó.
Sobre el autor: Rafael Blanco Vázquez
Imagen: The eye, de Ibeamy en deviantArt
1 comentario:
Me encantó, Rafael. Después de haber leído tu humor ácido en muchos otros cuentos, éste me pareció sensible y hermosamente onírico. También triste, como lo es que se nos escapen los sueños más deseables.
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