SIN ESCAPE
Ruth Ferriz
Llevaba un buen rato corriendo y sentía más cerca el aliento acezante de los lobos que se encontraban a la cabeza. Comerían unos cuantos, pues eran veinte lobos adultos sin contar a las hembras y a los cachorros, pero suficientes para matar y devorar una presa en poco tiempo.
Con la luna llena caería la maldición, pasando de jefe de la manada, a ser presa de sus hermanos que no reconocerían al espléndido y feroz lobo que los guiaba, en la criatura que trataría de escapar de ellos, pobre hombre enclenque apenas digno de servir de alimento a la manada.
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