El gorro y la bufanda se pusieron de acuerdo este invierno y quieren matarme. Cada vez que salimos a la calle y mamá está distraída, la bufanda me estrangula y el gorro me tapa los ojos para hacerme caer. Pero yo no los dejo y con mis dos manitos les arruino los planes (aunque es agotador tener que luchar contra ellos cada dos pasos para aflojar a uno y acomodar al otro ). No hago más que decírselo a mamá, pero ella se ríe, me lleva la corriente un rato y no hace nada más.
Esta mañana los encontré sobre la silla esperando, pero no estaban solos. Los guantes los acompañaban. Me da miedo pensar en lo que puedan estar tramando.
2 comentarios:
Que no sufra, que seguro que los guantes sólo quieren estrangular a su madre, por incrédula. Buen relato de Samanta.
Un saludo.
O sea que Cortázar tenía razón! Y uno tan incrédulo. Menos mal que Julio no usaba guantes... Buen relato!
Publicar un comentario