Primero la pantalla mental en blanco y después aparece él, cigarrillos y pañuelo perfumado con colonia. Éramos un joven matrimonio de octogenarios paseando del brazo por las avenidas, de vez en cuando sentándonos a descansar en algún café. Nos gustaban las mismas películas viejas, hablábamos de un tiempo ya ido, de palabras olvidadas como honor, lealtad, dignidad. Parecíamos de un partido político extinto.
Un día decidió emprender la retirada. Ahora miro su recuerdo como un álbum de fotos atesorado largo tiempo. Es como si lo llevara conmigo, en mí. Lo incorporé para mantener largas conversaciones en las que siempre da sus respuestas típicas. Imposible siquiera mencionar el efecto de ciertos perfumes, ciertas calles. Son curiosos los mecanismos que tiene la memoria para conservar un recuerdo. La alegría le gana a la saudade por varios cuerpos de ventaja.
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