Esa mañana, cuando Arturo Monteblanco abrió los ojos llenos de lagañas, amodorrado aún, no notó el cambio. Se levantó de su cama y se metió a la ducha, como todos los días. Cuando quiso enjabonarse la cabellera, descubrió que su pelo había desaparecido. En ese momento, cual Buda iluminado, Arturo se dio cuenta de una cosa: jamás volvería a tener piojos.
JUEGOS FLORALES 2024
Hace 2 meses
1 comentario:
Mas que patinando.
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