En La Habana, una noche en pleno invierno caribeño, muerto de calor, me acerqué a un extraño bar del que salían algo más que sones y olor a ron. Me pareció que había demasiados vericuetos en ese bar como para ser sólo un bar y sospeché que era una pantalla para un burdel. Pero no. Funcionaba ahí un taller literario liderado por varios profesores putativos míos ya muertos, Alejo, José Lezama... uno de los talleristas, empapado en ron como yo y la mayoría de los muertos que frecuentaba el local, estaba contando cómo a Hemingway le cortaron la cabeza con una guillotina traida del Viejo Mundo tres siglos atrás. Era inútil desmentirlo. Ahí estaba la cabeza de Ernest, gozando de la fresca viruta con un trago bien empapado de ron y licuado de hielo.
JUEGOS FLORALES 2024
Hace 2 meses
1 comentario:
Cualquiera negaría que era Don Ernesto.
Me gustó, Héctor.
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